El Códice Mendoza o también llamado Mendocino nos permite reconocer cómo se educaban a los niños en la sociedad mexica. Lo interesante en las láminas 59 y 60 es que la educación de los varones les correspondía a los padres y a su vez, las niñas recibían instrucción directa de la madre.

La Casa y la alimentación

En la lámina 59 se narran las tareas desempeñadas por los niños de 7 años quienes a su vez consumían una tortilla y media.  Al niño se le instruye en el manejo de los instrumentos de pesca, mientras que a la niña se le enseña a desarrollar los textiles comenzando por el hilado. Esto a su vez, nos permite inferir la organización del trabajo de la sociedad desde la primera infancia.

Por su parte en la segunda y tercera división se observan los castigos proporcionados a los infantes en caso de desobediencia. El padre reprende a su hijo y le castiga clavándole en el cuerpo púas de maguey, mientras que a las hijas se le clavan en las manos.

La parte cuarta y última de la lámina representa un castigo más severo. En el caso del varón el castigo corporal se acentúa con la desnudez. En el caso de la niña ésta aparece amarrada de ambas manos y se observa que con un palo se le castigará. Esto a su vez, representa el tipo de castigos por falta de pericia o voluntad en las tareas que se les asigna. Otro castigo era cuando a los niños se les obliga a inhalar la combustión de los chiles.

Cuando los niños cumplen de 11 a 13 años, se les ofrecen dos tortillas por labor, sin embargo, los castigos se tornan más severos: en el caso de los varones se les colocaba desnudos sobre tierra húmeda mientras que a la jovencita se le encomienda barrer durante toda la noche a forma de penitencia. Debemos recordar que en otras crónicas se menciona que la diosa Coatlicue barría el templo a modo de penitencia en el Coatepec, por lo que esta forma de castigo nos da indicios de una actividad anterior al posclásico tardío.

Las Escuelas

Las escuelas existían en todos los barrios o calpullis. Según Alfredo López Austin, el templo-escuela era fundamental para la formación moral e intelectual y se enseñaba el trabajo productivo como las técnicas agrícolas, la construcción de canales, edificios, chinampas, así como la preparación militar. Además, era bien conocido que desde casa se instruía la vida religiosa a partir de las danzas, el canto y la música, entre otras artes. Las mujeres tuvieron escuelas paralelas para obtener la preparación relacionada con sus atributos y su utilidad pública, algunas eran llamadas ichpochcalli “casa de las jóvenes”, en donde se infiere que la economía familiar y las actividades matriarcales pasaban de generación en generación.

Las sociedades mesoamericanas eran muy jerarquizadas, en las que el origen, noble “pilli” o el  plebeyo “macehualli”, eran la base para los derechos, las costumbres, funciones y obligaciones. Existía un sistema de méritos y ascensos. Algunas fuentes nos hablan de dos tipos de escuelas entre los mexicas o aztecas. Los calmécacs dedicados al dios Quetzalcóatl, que se trataban de templos en donde el aprendizaje era impartido por sacerdotes y viejos regentes, destinados a los futuros dirigentes. Los maestros de este recinto se les llamaba: tlatolmatinime, “formadores de la palabra”. Los telpochcalli o casa para los plebeyos eran talleres comunitarios dedicados al dios Tezcatlipoca.

Si observamos esta repartición educativa, inferimos que la cosmogonía se presentaba en la dualidad entre escuelas dedicadas a los atributos de Quetzalcóatl (la Palabra) y su hermano Tezcatlipoca (La guerra).

Fuentes: Vela, Enrique, “La educación de los niños”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 75, pp. 40-43.