No siempre se presiente la existencia del amado.
No siempre nuestros cuerpos se regocijan,
con el obsequio del beso cotidiano.
Obsequio que evidencia
la presencia del gozo.
el suave trino de los pájaros,
el viento fresco del ocaso del día.
el prodigio del alba,
y el suave,
el suave aliento entre dos bocas.