Era tan alegre parrandero y jugador, que me recordaba un poco a aquellos galanes del cine nacional, quienes hacían alarde de ello, en las cantinas, como Pedro Infante o Jorge Negrete en México.
Habitaba la zona sur de Terni, Italia, su tierra natal y se llamaba Massimo.
Un día, tras de una farra, resbaló de las escaleras, se abrió la cabeza y murió al instante.
La gente decía: “¡Qué lástima!, era tan joven, tan alegre y sabía divertirse bien”.
En el velorio, no faltaron los comentarios de alabanzas exageradas en referencia al muerto. Comentarios positivos que generalmente hace la gente, tal y como suele suceder con la gente fallida, y que a veces son contrarios a los que les hicieron en vida.
Tiempo más tarde, no faltaron personas que decían qué pese a estar muerto, solía vérsele aún en los eventos sociales, y culturales. En especial en las fiestas, como solía él frecuentar en vida.
Las horas, los días, las semana y los años pasaron, y para ser exacto, diré que corrieron cincuenta y tres años, cuando un día se le vio asistir a la fiesta de presentación, ante la sociedad, de Piera; una chica de pequeños pero vivaces ojos verdes, pelo castaño y muy delgadita. Cuando reía, sus ojos parecían sonreír más.
Se dijo que cuando el espectro de Massimo la vio no dejó de seguirla por todo el pueblo. De tal modo que cuando la chica salía a la calle, de su cuerpo parecían reflejarse dos sombras.
Ella no lo percibía, pero algo en su interior la mantenía inquieta. ¿Sería que lo reconocía?
Él, se sintió vagabundo de su destino, y llegó el momento en que no le complacía ser sólo una más de sus sombras. Ante tal hecho, decidió penetrar en sus sueños.
Eran dos rostros jóvenes e inquietos que reían, volaban y recorrían rutas no vistas por ser humano alguno.
El tiempo poco a poco comenzaba a dejar estragos en el rostro de Piera, quien se negaba a relacionarse con otros chicos de su edad.
Su madre, una mujer ricachona, se preocupaba por el qué dirá la gente, ¡si Piera non si sposara! ¡Mia madonna! ¡Che cosa diranno tutti quanti, se non si é sposata! ¡Porca miseria! (¡Virgen santa! ¡Qué dirá la gente si no se casa! Maldición)
Giovani, el padre, le consolaba diciendo: Non ti preoccupare! Lascia la vivere la sua vita! Ma, qual è veramente il problema? ¡No te preocupes! ¡Deja que ella viva su propia vida!
Un día el joven fantasma penetro, como ya era costumbre, al mundo onírico de Piera. La miró y extendió sus brazos diciéndole con la mirada y con palabras entre dulces y tristes. Ha llegado el momento de irme, ya no me es posible continuar visitando tus sueños. Ella le contestó sin dudar: ¡Llévame entonces a morar en tus sueños, donde la verdad es ms verdad. En donde todo está dicho y podamos tejer nuestro sueños. ¡Llévame! Llévame contigo!: Io ti voglio bene! (¡Yo te quiero!)
Empezaba el alba, y el cuerpo de Piera yacía muerto brillando con las luces plácidas del nuevo día.