Dentro del mar, en el profundo de un arrecife, habitaban las sirenas y tritones que amaban hacer su recorrido nocturno, a través de los océanos, junto con los delfines.
Sirenas espigadas, con rostros semihumanos, meneaban sus manos escamadas con membranas que les abarcaban hasta los nudillos, y coletas de colores brillantes. Cantaban con mágicos sonidos, que trasmitían mensajes al resto de las especies marinas, alimentándose de corales y caracolas.
Sólo se cuidaban de ser vistos por los seres humanos, a quienes, dada la oportunidad, vigilaban desde sus escondrijos, para evitar ser presa de ellos, como en el pasado sucediera con los vikingos.
Un día, un submarino se acercó al arrecife con biólogos y geólogos marinos. Ellos intentaban hacer pruebas científicas sobre algunas de las especies ultramarinas, y observar su comportamiento.
De pronto, desde la cabina de mando, chocó algo que llamó la atención del capitán Era una sirena que golpeó accidentalmente con su cuerpo, al cristal de la nave, sin comprender qué era tal objeto. De tal modo que la ocasión, le hizo encontrarse por fracciones de segundos, frente al rostro sorprendido de el capitán.
Ambos, sorprendidos se miraron por unos instantes. La sirena reaccionó y huyó enseguida con el pecho lastimado por el impacto del golpe.
De pronto, un delfín apareció brindándole ayuda a la sirena. Ella, montada en el lomo del animal, subió al exterior mientras una ola la arrastro hacia la orilla del mar. El capitán no daba crédito a dicho suceso.
Contó a sus tripulantes lo acontecido y ellos rieron a carcajadas creyéndolo ebrio, por los efectos que, a algunas personas, comúnmente sufren, cuando penetran las profundidades del Océano. Efectos que les produce un gran éxtasis de gozo y locura y que les haces desnudarse y arrancarse el tanque de oxígeno al igual que todo el equipo de buceo, a todos aquellos buzos que los padecen.
Cuando los científicos por fin concluyeron su labor, decidieron regresar a la playa, en donde a lo lejos se vislumbraba un enorme pez que se retorcía en agonía en la orilla, junto a un pequeño delfín atravesado por un arpón , y cuyo cuerpo bañaban las olas del mar.
Se apresuraron a verlos, y cayeron en la cuenta de que uno de ellos, era la sirena herida por la nave. Trataron de ayudarla en vano, pues ella poco a poco terminó por sofocarse.
Los hombres asombrados, la fotografiaron y examinaron. El evento fue comunicado a la brevedad posible, por la comunidad científica.
Una semana después, en una nota periodística, apareció en un pequeño recuadro de la última página del Journal citadino, que decía: Un grupo de científicos marinos encontraron una estatua labrada con apariencia de sirena, abrazada a lo que parecía un pequeño delfín en descomposición.