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Un día como cualquiera

Ana barría y barría

como todos los días.

solo un gato y un viejo sillón

le hacían compañía.

Grandes arrugas zanjaban su piel

y en sus ojos, se reflejaba

el tiempo perdido.

Un día de pronto,

su cuerpo dio un fuerte jirón,

y en el cuarto

empezó a tambalear

cada cuadro

cada mueble

cada planta.

El polvo parecía levantarse,

y de entre la penumbra,

emergió un hombre rodeado en brumas

que se sujetaba de un bastón de plata luminoso.

La figura etérea

comenzó entonces a emitir un suave susurro

Sara, atónita, le preguntó quién era.

Él le respondió entre la bruma:

Soy la penumbra del mundo que imaginas.

Soy un soplo.

Soy reposo

y acaso, vuestro amigo.

Decidme mujer ¿qué es lo que te abruma?

Entonces, Sara le respondió llanamente:

Me abruma el tiempo que ha pasado,

y que marca cada vez mas mi cuerpo y mi alma.

Él le respondió:

Acaso mujer, ¿no sabéis que el tiempo es efímero,

y en su brevedad se pierde?

¡El tiempo no existe!

Einstein, lo quiso explicar

y la física cuántica lo sustentó.

El tiempo es sólo la imagen atrapada en el espiral del desasosiego.

El tiempo sólo permite dejar la huella,

que vosotros habéis decidido dejar.

El tiempo te llevará algún día a reposar en las estrellas

a las cuales pertenecéis todos los seres,

y que tan sólo

habéis decidido olvidar.

 pero está arraigada en la esencia de vuestra alma.

Entonces,

el rostro de la mujer

pareció iluminarse con la luz del nuevo día,

y la noche sucumbió.

Sara barría y barría,

sólo un gato y un viejo sillón…

le hacían compañía.

 

Dalia De Leon Adams

Dalia De Leon Adams

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Arte como alimento del espíritu. (Activo)

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