En la fría quietud de la noche: Fito un velador de rostro curtido por los años, enciende con manos temblorosas las veladoras de un altar improvisado, en él una Virgen de Guadalupe parecía observar con ojos misericordiosos; unas rosas marchitas impregnaban el ambiente con un aroma agrio y dulce. Fito recuerda con nostalgia a su hija, toma una muñeca de porcelana que está en el pequeño altar vestida primorosamente, le da un beso con cariño como si se lo diera a su propia hija, la devuelve al regazo de la morenita. Regresa al rincón más cálido y toma un sorbo del café , se acurruca en un rincón y apacigua el frío que cala hasta los huesos con una frazada y el sueño lo vence. Anny, con la inocencia de la niñez camina temblorosa entre las sombras de la penumbra, sus pequeños pies apenas tocan el suelo mientras voltea en todas direcciones, la piel se le eriza con temor de que algo o alguien la estuviera siguiendo. Su respiración es entrecortada y su corazón late con fuerza tal que parece que saldrá disparado de su pequeño pecho, cuando finalmente llega a la desvencijada covacha de Fito. Con timidez su pequeño dedo toca suavemente el hombro del anciano que lo despierta. Al voltear el, se encuentra con la carita de Anny, como una hermosa muñeca alumbrada por la fría luz de la luna y los ojos grandes como lunas llenas.
—Hola —susurró ella.
-respondió Fito— ¿Qué haces levantada a estas horas?
—Tengo miedo.
Fito suspiró, comprendiendo que Anny había tenido otra de sus pesadillas.
—No tengas miedo, ya pasó. Anda, regresa a dormir.
—Quiero estar aquí contigo.
Fito asintió con ternura, haciéndole espacio junto a el. Hablaron de cosas simples: galletas, flores, muñecas. Hasta que Anny preguntó:
—¿Todavía no llega mi mamá?
Fito trata de reconocer la hora por la tonalidad que entra por la ventana.
—Ya casi —
La niña bajó la mirada. El silencio se rompió cuando murmuró:
—No me gusta jugar con mi papá.
Fito sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Por qué, mi niña?
Anny dudó. Una ráfaga de aire apagó las veladoras, y la niña se encogió de miedo.
—No te preocupes —dijo Fito— fue solo el viento. Dime, ¿a qué juegan?Pero antes de que pudiera responder, una voz profunda resonó desde el exterior:
—¡Anny!
Solo ella escucha esa voz aterradora que la estremece y hace voltear con temor. Fito la toma de la mano.
—Nada te va a pasar. Confía en mí.
Ella lo mira con lágrimas en los ojos.
—Mi papá entra en mi cuarto por las noches. Me despierta y me aplasta y sus bigotes me pican; la otra vez me puso la mano en la boca. Fito sin poder creer lo que escucha siente una punzada de furia y dolor.
—Ya no va a volver a hacerlo —prometió con voz firme.
La niña sonrió levemente y le llama la atención la muñeca en el altar.
—¿Me la regalas?
—Solo si la cuidas mucho. Era de mi hija.
—Lo prometo.
Fito toma la muñeca y se la entrega; toma de la mano a la nena y salen de la covacha.
Atraviesan el largo pasillo del panteón, donde Anny avanza con pasos cautelosos.
—¿A quién le temes? ¿A tu papá? —preguntó Fito.
Anny asintió.
—Ya no puede hacerte más daño. Ya puedes descansar.
Llegan a una tumba decorada con unos hermosos querubines que parecen darle la bienvenida. La niña acaricia la muñeca y la coloca sobre la lápida con delicadeza.
—Gracias por acompañarme. Que sueñes con los angelitos —susurró.
—Tú también, duerme en paz, Anny —dijo Fito, con un nudo en la garganta y mentiras Anny se desvanece encima de la lápida…
Fito al incorporarse, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Al voltear entre las sombras, se topa con el fantasma del padre de Anny que lo observaba fijamente con ojos fríos y llenos de odio, antes de desvanecerse frente a Fito…